domingo, 13 de diciembre de 2009

10 de Diciembre, 2009

A la madrugada de hoy llegaron los chicos de su excelente viaje en donde recorrieron “oriente” y “sierras” de Ecuador. En el momento del arrivo, ni siquiera oí el más leve ruido que hicieran. De echo, Louis en un momento se pone a ver mails en la compu y me dijo que lo pateaba dormido... jeje... esos son compañeros de viaje y no papas fritas.

De mañana los chicos salieron a ver Guayaquil de día. Pero antes de eso desayunamos juntos y me contaron las anécdotas correspondientess. En dos palabras impre-sionante

(Aquí hacemos un paréntesis por gusto () y otro para comentar que este espacio irá dedicado a alguna de las aventuras que corrieron los congéneres, pero me gustaría que los relatos surjan de sus propios supervivientes. Para los que no asimilan el tiempo verbal plusanticipado entonces se dará lo que se dijo en su momento: a buen agua, déjala correr; es decir, lo contarán ellos mismos en su propios, o no, teclados).


Subir las peñas al mediodía (eso no es taaaaan recomendable como pareciera. El sol cae a pique como cualquier pique de velocidad o de pesca digamos; los lagartos salen con paraguas para no cocinarse in the natural oven y así...)
Spencer se quedó ya que venían Roni y Daisy para ver los cuadros terminados (sin barnizar todavía) y ver el asunto del mural y la charla previa correspondiente próxima primera.

Vinieron y estuvieron como visita de médico ortodoncista de los que te arrancan las uñas o te arreglan el carburador. Vimos que daba el tiempo justo como para que pudiera ver una muestra del cuñado de Daisy, que se dedica a pintar árboles. Salimos en la camioneta de Roni, hasta dejarlo haciendo el comoé correspondiente de todo hombre de negocios ocupado en sus cosos; y Daisy me fue a mostrar la arboreidad transversal contigua que se daba en la galería de un argentino residente por estos lares, Mirko Rodic. La muestra en custión fue pintada por el artista Servio Zapata. No es de la familia de los zapatazos de Puntín; ni de Zapatero o los zapatistas; pero le pega en el poste del árbol. Este colega se halla apegado cauchísticamente a los elementos arbóreos que definen e identifican fotosintéticamente el espacio topográfico correspondiente al Ecuador Nororiental del Sudoeste para ser más precisos. Digamos, sería como desde el Septentrión mirar de noche la Osa Polar y Hacer un recorrido punteado mental hasta la constelación de los Siete Cabritos. De ahí retomar la rotonda o “redondel” y darle dereeeeecho, o “de largo” hasta el segundo mamífero; seguirle la mirada y ahí estaríamos dándole a dicha superficie ecualógica.



Esto es de lo que eso se trata.

Dimos un par de vueltas, ya que Daisy también tenía que hacer. Muy buena persona, bien dispuesta para el trato con personas de esas que no están en la piel de uno, sino el tema más bien polipersonal ovnivaliente. Se mostró interesada en organizar una de esas muestras full full que se hacen en alguna galería típica de donde se hacen, como para el año saliente, pero desde el otro lado.
Con Roni habíamos quedado en encontrarnos en media hora. Parece que nos es común solamente de ciertas provincias de Argentina el que las mediás horas duren tres o cuatro. Es como un decir aprovechando tal o cual situación. Después me explicaron que uno tiene que preguntar si media hora ecuatoriana o americana. Pero la americana sin vainilla por favor, y con un chorrito de Dulce de Leche.

Me devolvieron a la casa, adonde ya se estaban preparando las mandíbulas como para el tiempo de la masticazao almuércica correspondiente. De más está decir lo que iba a decir, así que no lo digo...
Nos aprontamos como para salir, aunque todavía no llegaba Roni; así que finalmente decidimos que le diera la mosca a Pepina, que viajaría con Carlos al día siguiente. La mosca se usa típicamente como para carnada en la pesca, salvo que no sea el caso, como es ahora o nunca.
De todos modos, salimos en la Rodeo que habían alquilado los chicos para su viaje, pero fue un viaje supositorio, ya que al rato llamó Roni; que quería ver otro cuadro que conservaba Spencer bajo llave como para llevarle a un Juez. Volvimos, charlamos, no se llegó a un acuerdo positivo y partimos nuevamente, pero ahora para hacerl el viaje “de echo”.

Para salir, se pasa por tres puentes, con algunas islas en el medio. Dichas islas ya se hallan pavimentadas, así que no pudimos notar que eran islas. Supieron ser lugares muy peligrosos, pero ahorita cada vez menos. Pasando cada puente se puede observar a ambos lados casitas construidas sobre palotes, al mejor estilo palafitos. Estos serían palafitos palotinos o de palofino según se mire.

El viaje solo tuvo algunas 365 paradas para sacar fotos, ir al baño y otros menesteres propios de todo viaje realizado de este modo. El paisaje se fue transformando paulatinamente, salvo que Paula no pudo venir. Ocasionalmente, es decir, en el momento del ocaso ya nos encontramos en una playa con muelle. Pudimos ver una excelente puesta de sol detras con nubes delante, que nos taparon completamente la visión, pero como somos personas de fe; supimos que la tierra giraba ocultando los gases solares.
Muy lindo.
Los chicos descubrieron que el reggaetón no era la única música que nos acompañaba en la camioneta. Se encontró un cd con un mix de varias cosas. (cumbia, etc y otros).

Finalmente llegamos al lugar al que nos dirigíamos: “montañitas”. Famoso lugar de Ecuador, preparado para ser tierra de surfistas, o agua (todavía lo estoy pensando). Muuuy pintoresco, bacansísimo, cheverísimo, en una palabra: ísimo.
Calles adornadas de mesas repletas de artesanías, y baratijas varias. Las mesas adornadas con sus artesanos correspondientes. Un paraíso para las personas amantes de esas cosas. Del techo colgando lámparas y esa cosas. Techos de paja... “todo muy rústico, muy pintoresco”.

Como ya era de noche y estábamos hambreados como seres llegando de un viaje por el desierto; nos fuimos a uno de los barcitos restaurantes para ver si nos restauraban la vida a las tripas. Finalmente nos encontramos uno y nos pedimos un buen desayuno costeño. por 2,50 U$S. Consiste en un café, un bolón (que hacé bolón), dos huevos fritos y un jugo. Bonita se pidió otra cosa porque es mujer. (???)

Recorrimos un poco bajo la luz de las luces y nos alistamos como para buscar donde pasaríamos aquella noche costeña. Después de algunas idas y vueltas, Louis y Jocelote encontraron el ansiado lugar. En este momento no recuerdo bien el nombre, pero era algo así como “Mamá Chula river”, un pequeño complejo cabañístico. Cada cuarto tiene a su vez un porche con dos hamacas al frente, como para recostarse en el piso, digo, en la hamaca. AMaca le tengo que contar, porque vale la pena, digo, la alegría. Dejamos las cosas y la camioneta y nos fuimos a recorrer el pueblo de los surfistas. Un pueblo que no duerme. Todo el año es temporada de pueblo, con buenas olas, buenos holas también.
Después de caminar un rato nos adentramos en un lugar que un rato antes estaba casi vacío. Ahora estaba rebalsante o rebosante de gente bailando al son de un grupo de música. El grupo cantó reggae entre otras cosas. El chupi corría como si se estuviera escapando, por todo el lugar. También había olor a Marijuana, no sé si habrá ido. Otro de los atractivos del lugar era el artista haciendo obras con arena y retroproyectado en una de las paredes. Más tarde vimos en la misma pared deportes extremos. Petacular.
Bailamos un bueeeeeen rato en la arena cerca de una fogata.
Luego pegamos el raje y seguimos dando vueltas por otros “lugares bailables”; pero no nos convenció tanto. Será que no había convencedores en la puerta. Todo libre. Cada quien entra y sale por donde quiere. Tiene otro gustito cuando esgra. Cuando es gratis.

Después de deambular un rato nos fuimos para el lado de la playa. Tiene su encanto caminar por la playa de noche en pata, con el aguita bañando los empeines. Más luego enfilamos como para las cabañitas para pegarnos el correspondiente baño y ir de noni.

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